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lunes, enero 23, 2006

Si los hombres no escuchan, no es por mala voluntad


COLOMBIA, por Germán Mendoza Diago

Hace unas semanas le pregunté a un sujeto gordo y de mediana edad, que tomaba cerveza con un amigo en la tienda de la esquina, si su mujer no le reclamaba porque él nunca escuchaba lo que ella decía.
—Lo que pasa es que las mujeres necesitan que les oigan todo, y es tanto lo que tienen que hablar, que en algún momento uno se desespera, entonces se ponen histéricas y te reclaman –sentenció sin titubear, mientras su interlocutor, delgado y más viejo, lo miraba con auténtico interés durante unos segundos, antes de zanjar más radicalmente la recién iniciada discusión:
—Cuando mi mujer se pone a cantaletear, me hago el sordo.
Son casi las mismas razones que había escuchado miles de veces: “es que las mujeres de pronto salen con vainas raras”, “se preocupan por cosas que a nosotros no nos interesan” o “mi mujer habla de tres o cuatro cosas a la vez”.
Llevaba una o dos horas construyendo toda una teoría alrededor del tema, cuando leí un despacho noticioso de la Agencia France Press, que reseñaba la investigación de Michael Hunter, Kwang-Hyuk Lee y Peter Woodruff, profesores de Psiquiatría de la Universidad de Sheffield (Inglaterra), publicada en el número 375 de la revista Neuroscience Letters.
Según los tres neuropsiquiatras, las mujeres hablan con voces más agudas y musicales que los hombres y emiten una mayor gama de ondas sonoras difíciles de "decodificar", lo cual hace que el cerebro masculino trabaje más y genere cierto cansancio al cabo de un momento.
¡El asunto no tiene remedio! Por interesante que sea lo que digan las mujeres, los hombres siempre terminaremos por fastidiarnos.
Voces, cilios e impulsos
Emocionarse con una hermosa canción, entender el significado de una palabra, distinguir voces diferentes aunque digan lo mismo, responder automáticamente a ciertos sonidos, son algunas de las actividades que podemos realizar gracias a la interacción entre el sistema auditivo y el cerebro.
Todo comienza cuando las ondas sonoras llegan a nuestras orejas. A partir de allí, realizan una marcha a través de los conductos auditivos externos, hasta chocar con el tímpano, haciéndolo vibrar.
Esas vibraciones originan movimientos oscilatorios en tres minúsculos huesos del oído medio –martillo, yunque y estribo–, que llegan hasta el caracol, específicamente hasta el Órgano de Corti, una estructura plagada de células de apoyo y de miles de células sensibles, cada una de ellas dotada de hasta cien cilios o pelillos, encargados de traducir el movimiento mecánico ondulatorio a un lenguaje de impulsos eléctricos, que llegan hasta la corteza cerebral para ser interpretados como sensaciones auditivas.
El proceso de traducción o transducción desde el idioma físico de la onda sonora al de las señales electrofisiológicas procesadas por el sistema nervioso central depende de esas células ciliadas, cada una de las cuales es sensible sólo a un limitado margen de estímulos, lo que significa que se necesita la unión de miles para transmitir un mensaje completo.
David P. Corey, investigador del Instituto Médico Howard Hughes y de la Universidad de Harvard, encontró pruebas de la existencia de una molécula llamada TRPA1, la cual forma un “canal iónico” que se abre en respuesta a un sonido, para conducir los impulsos eléctricos que llevan al cerebro la información del tono, el volumen y la duración de ese sonido.
Corey y su equipo plantean que la proteína podría tener la función, además de crear el canal iónico, de formar un “resorte” que permite estirarse a la maquinaria de transducción y de amplificar las señales auditivas entrantes.
La voz humana tiene frecuencia generalmente baja en los hombres y alta en las mujeres. Cada persona tiene, además, un timbre propio, debido a que la forma de la onda sonora que produce es determinada por sus características biológicas particulares.
Voces que cansan
El estudio de Hunter, Lee y Woodruff llegó a la conclusión de que si los hombres no escuchan a las mujeres, no es por mala voluntad, sino porque su cerebro tiene más dificultades para “traducir” las voces femeninas.
Los tres investigadores emplearon una tecnología especial utilizada para resonancias magnéticas, una especie de escaneo del cerebro de 12 hombres, con el fin de medir su reacción al estímulo de diferentes impulsos vocales.
Comprobaron que las voces de las mujeres y de los hombres activan diferentes partes del cerebro y que las emisiones sonoras femeninas requieren el uso de toda el área auditiva, mientras que las voces masculinas actúan solamente sobre la región subtalámica, también conocida como "el ojo" del cerebro.
Otra conclusión de los investigadores es que esta diferencia de actividad cerebral puede explicar por qué la gente que tiene alucinaciones auditivas oye generalmente voces de hombres, pues son más fáciles de inventar por el cerebro que las de mujeres.
Directas e indirectas
Para John Gray, el psiquiatra que escribió “Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus”, el gran problema es que ellas son indirectas para hablar, se van por las ramas, lo que, en primer lugar, aburre a los hombres; y en segundo, las vuelve incomprensibles o propensas a ser malinterpretadas.
En otro libro sobre el misterio de la mente femenina, tan infame que no quiero acordarme del título ni del autor, se publica una lista de consejos a las mujeres para que los hombres las escuchen:
—Sean directas, no den lata, ni rodeos, ni esperen que los hombres adivinen lo que quieren decir.
—No hablen cuando los hombres estén haciendo otra cosa.
—Hablen una cosa a la vez, no salten de un tema a otro.
—Empiecen por el principio, traten de decir en primer lugar de qué quieren hablar.
A la luz de los descubrimientos de Hunter, Lee y Woodruff, estos consejos deberán combinarse con algún tipo de medicamento para mitigar el cansancio de las células ciliadas.

1 Comments:

Blogger Admin said...

Muy bueno tu artículo, Germán...Un descubrimiento científico notable no es que las mujeres hablemos mucho, sino que los hombres están incapacitados para seguirnos el ritmo...ja,ja.
Carol

enero 24, 2006 1:17 a. m.

 

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